lundi 22 avril 2013

amores

Me aburre la estética de la tristeza, yo que había sido abanderada de la misma. La tristeza es una mierda, el dolor es asqueroso y el desamor es una putada que te desgarra el corazón. Sin lirismo, sin poesía. Dentro de este horror no hay literatura, no. Me encanta entrar en una librería con Unai, tomar un mosto con él en una terraza, reirnos de los que nos llaman aburridos y abuelos, saber que estoy compartiendo con él una mañana en la que performamos que es verano aunque hace bastante frío. Disfrazarme con la ropa que no me pertenece. La felicidad puede existir encima de un saco de dormir azul eléctrico, con una chica preciosa, sonriendo, hablando sin parar o haciéndonos las dormidas, siendo conscientes de que somos protagonistas de un momento de una belleza inalcanzable, que ni siquiera las películas son capaces de mostrar. Sentir arrogancia y desear que a todo el mundo le pase lo que  me está pasando. Me lo creo. Me quiero creer esta felicidad. Me aterra mi síndrome premenstrual, que existe se pongan las postfeministas como se pongan, y me vuelve loca y me hace llorar sin venir a cuento. Me encanta pasear con Júlia, aunque me duelan los pies, e imaginar que un amigo mío será el futuro amor de mi amigo Marc. Me gusta escribir historias con final feliz. "Lo difícil es quedarse", dices. Tienes toda la razón. Es difícil y es la ostia.

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