dimanche 30 novembre 2014

Fatal

Cuando Nacho Vegas y Christina Rosenvinge se enamoraron, nosotros también nos enamoramos. YO me enamoré de mi amigo Marc Ferrer. Ahora va a hacer su película y me acuerdo de alguna fotografía que tenemos brindando con un pitillo.

En esa época, yo estaba más loca o más triste que nunca, y era muy vulnerable, y conocí a alguien que me presentó todos los paraísos artificiales que una chica con los pies en la luna y con un pasado mucho menos salvaje del que había soñado deseaba conocer. También me enamoré de ella. El año de Verano Fatal yo era una cría a veces más valiente de lo que soy ahora, a veces mucho más equivocada, que habría dado un brazo entero por asegurar que nunca se alejaría de las que eran sus personas favoritas. Habría perdido la mitad de ese brazo.

Ayer hablaba con Yery de lo inútil que es resistirse a ese cambio. Claro que es inútil. El tiempo está, haciendo mella continua y abriendo heridas. O cerrándolas. Haciéndonos un poco más impermeables, menos vulnerables. A veces me gustaría sentarme cara a cara con esa chica fascinada con la vida y necesitada permanentemente de estímulos. Me gustaría saber si era feliz. Sé que era una insatisfecha, aunque sabía que a su lado sucedía la magia. Hoy sé que a mi lado sucede la magia, pero todo es un poco más recio, un poco más tieso. Y mucho más lento. Las cosas se ponen cada vez un poco más difíciles, y por eso me gusta volver a emocionarme con las mismas canciones que hacían volar historias en mi cabeza hace seis años.