jeudi 7 février 2013

Diario I

El lunes fui al trabajo con pastelitos y me despidieron. Era la primera vez que compraba pasteles el día de mi cumpleaños en un trabajo. No sé si había estado el día de mi cumpleaños en algún trabajo. Me sentía importante, escuchaba a Justin Timberlake en mi Iphone y compraba pasteles para toda la oficina. Seguro que la pastelera de el hipercor pensó: mira, esa trabaja, es su cumpleaños y compra pasteles. De hecho me preguntó si era de las oficinas y dije "sí", sonriendo y sin saber a qué oficinas se refería, y cuando me dirigí a caja pensé que menuda gilipollez. Que si hace unos años me dicen "eres de las oficinas?" habría dicho que no y me habría parecido de risa, terror y lágrimas esa posibilidad. Pero estaba feliz, con una caja de bollitos en la mano y un presente seductor. Llegué al curro y me despidieron. Me puse tan nerviosa que dije "felices 27". Después me tropecé y me quedé con el pomo de la puerta de la sala de reuniones en la mano. Lo puse acelerada y atontada y lo puse mal, claro. Me volví a sentar en la mesa. Fantaseé con la idea de hacer una película ahora que tenía tiempo libre. El año pasado estaba vomitando en el hospital cuando llegaron las doce de la noche. La realidad se empeña en dar una patada a mi ego el día de mi cumpleaños y el del lunes pareció un capítulo guionizado por Lena Dunham cabreada. Sin embargo estoy feliz. No sé nada, vivo en una habitación que parece la de un agente de un agente secreto o un asesino a sueldo que no quiere dejar rastro porque se tiene que largar pronto. Yo estoy así, en una casa de la que me tengo que largar pronto o de la que me quiero largar pronto. Pero tengo un plan. Hoy feliz, mañana puede.