Me emociono, siempre, con los primeros segundos de las
Gymnopedies de Satie. Da igual que lo haya oído en miles de películas, cortos
de segundo de carrera o en un anuncio de champú. Siempre me conmueve.
Podría acercarse a ser una de mis grandes bellezas.
Cuando vi la Gran Belleza quise vivir en Roma. Luego supe
que me cansaría de la ciudad en una media de cuatro años.
Y aumentó mi crisis de los treinta. Y de la nada. Y de la
pena y de la nada. Y cómo bailan esos zombies recauchutados y disfrazados de
ricos y modernos me recordó, en parte, a mí, o a mí en un futuro. A esa
necesidad de no ser mundanos y acabar sumergidos en el vacío cada noche. Incómoda
en el aburrimiento, aburrida en el divertimento. Ramona es lo que nos mantiene
en vida en esta trayectoria de ciudades que van demasiado rápidas y de
ambiciones que en algún momento creímos posibles.
Que mi Ramona no se me vaya lejos, por favor. Quiero seguir
compartiendo las vistas de mi habitación contigo.
Tu eres mi gran belleza.
RépondreSupprimer(me encantaría tener las cachas de Ramona y sus mejillitas)